El TSUNAMI fue originado por un violento terremoto, de magnitud 8.5 en la escala de Richter, de cuatro a cindo minutos de duración
y cuyo epicentro de localizó en el mar, a los 18.05' de latitud sur y 71.00 de longitud oeste, y a 70.3 kms de ARICA.
Se produjo alrededor de las 17:15 hora local del día 13 de Agosto de 1868, generando un Tsunami, de magnitud (m) 4 grados,
de grandes proporciones, con olas que presentaron elevaciones en la costa de aproximadamente 14 metros (Morales y Cañón, 1985).
En ARICA, el mar se retiró 22 minutos después del terremoto, dejando a la vista el fondo marino y varados los buques anclados en el fondeadero.
Las primeras ondas de tsunami avanzaron sobre la costa, colapsando el muelle y barriendo a las personas que se encontraban en las cercanías para pedir ayuda a la tripulación de los buques varados. Estas fueron dos olas que presentaron una elevación en terreno (runup) de 10 metros.
Aproximadamente dos horas después, a las 19:10 hora local se presentaron una tercera y cuarta onda de tsunami, las cuales atacaron violentamente
la costa, describiéndoselas como murallas de agua de unos 14 metros de altura.
En la ciudad, su expansión destructiva llegó hasta la parte baja de la Iglesia Matriz (posterior Iglesia San Marcos).
Estas ondas arrastraron a varios buques desde su fondeadero a 1.852 metros (1 milla) enfrente del "Morro", depositándolos sobre el continente. Complementando, se puede citar el caso del "Wateree", barco norteamericano que fue arrastrado aproximadamente 7,4 kms, en dirección NE, y
varado a 1.850 metros de la línea de costa y a unos 70 metros de los cerros, salvando ilesa su tripulación, gracias al fondo plano, con ruedas
y doble timón de proa y popa, que permitieron la estabilidad del navío.
Para 1868, la población estimada de la ciudad de ARICA era de 10.000 habitantes, y la pérdida de vidas derivada de la catástrofe fue estimada
entre 300 a 350 personas, complementándose con la destrucción generalizada de la ciudad.
El terremoto de 1868, abarcó todo el norte actual de Chile y el sur del Perú. El tsunami causó estragos en todo el Oceáno Pacífico,
particularmente en Nueva Zelandia, Australia, Samoa, Hawaii, San Pedro en California y Japón.
En los puertos nacionales el tsunami presentó diversas magnitudes, en Valparaíso tuvo un efecto reducido mientras que en otros puertos alcanzó grandes proporciones como en Iquique, Tocopilla, Mejillones, Coquimbo, Constitución, Tomé, Talcahuano, Concepción y Coronel.
FUENTE: Especial de Geografía en el Mar, Universidad Católica de Santiago
13 de agosto de 1868 / "Apuntes del Maremoto" -
Este es el relato del oficial L.G.Billings, del navío de bandera norteamericana "Wateree", que junto al "Fredonia", al acorazado peruano "América" y a otra docena de embarcaciones se encontraban anclados en la rada de Arica, a la sazón bajo dominio peruano, la tarde del 13 de Agosto de 1868, fecha en que, como había ocurrido en cada siglo de la existencia de esa entonces floreciente ciudad, la fuerza de un terremoto y posterior tsunami destruye casi todo lo que los hombres habían construído.
Sólo el siglo XX se ha escapado, hasta la fecha, año 2001, de una catástrofe de tan graves consecuencias en esa nortina ciudad, chilena desde 1879.
"Hacia las cuatro de la tarde me encontraba en la cabina del comandante cuando nos sobresaltamos,
pues el barco vibraba como cuando se deja caer el ancla y la cadena gimeen los escobenes. Seguros
de que no podía tratarse de esto, corrimos hacia el puente. Atrajo nuestra atención una
nube de polvo que avanzaba desde el SE por tierra, al mismo tiempo que crecía la intensidad del
ruido. Ante nuestros ojos estupefactos las colinas parecían tambalearse, y el suelo se agitaba
igual que las pequeñas olas de un mar picado."
"La nube de polvo envolvía ya a Arica. Al mismo tiempo se elevaban a través de su impenetrable
velo los gritos de socorro, el estruendo de las casas que se derrumbaban y la mezcla de los mil clamores
que se producen durante una calamidad. Mientras tanto, nuestro barco se sacudía como tomado por una
mano gigantesca. Después, la nube cruzó sobre nosotros."
"A medida que el polvo se disipaba, nos frotábamos los ojos y mirábamos sin poder creer lo que
veíamos en el sitio donde segundos antes se encontraba una ciudad feliz y próspera, diligente
de actividad y vida, sólo veíamos ruinas entre las que se debatían los heridos menos
graves, los infortunados prisioneros de las ruinas de sus propias casas; gritos, aullidos de dolor
y llamadas de auxilio rasgaban el aire, bajo un sol sin piedad que brillaba en el cielo sereno."
"Temerosos por la llegada de un maremoto, mirábamos hacia el mar abierto; pero estaba tranquilo
y se podía creer que los cuatro o cinco minutos que acabábamos de vivir, así como el
desolado espectáculo al que volvíamos momentáneamente la espalda, habían sido una
pesadilla. Por prudencia, el comandante hizo fondear las anclas suplementarias, cerrarlas escotillas, amarrar
los cañones, poner alambreras."
"En tierra, los sobrevivientes atravesaban mientras tanto la playa y se apiñaban en el pequeño
malecón, llamando a las tripulaciones de los barcos para que ayudaran a sacar a sus parientes de las
confusas ruinas y transportarlos a la aparente seguridad de los barcos anclados. Esto era más de lo
que podíamos soportar, así que de inmediato bajamos la lancha con 13 hombres a bordo.
Alcanzó la ribera y la tripulación desembarcó de inmediato, dejando solamente un marinero
de guardia en la embarcación. Mientras tanto, a bordo tratábamos de organizar un equipo armado de
palas, hachas y zapapicos, cuando un rumor atrajo nuestra atención;al volver los ojos a tierra vimos con
horror que el lugar en el que se encontraba el muelle lleno de seres humanos, había sido tragado en un
instante por la repentina subida del mar, mientras que nuestro navío, flotando sobre la superficie, no lo
había notado. Veíamos asimismo, la lancha con sus tripulantes arrastrados por la irresistible ola
hacia el alto acantilado vertical del Morro, en donde desaparecieron entre la espuma formada por la ola al romper
sobre las rocas."
"En ese mismo momento se produjo una nueva sacudida sísmica, acompañada en la ribera de un terrible
rugido que duró algunos minutos. Vimos nuevamente ondular la tierra, moverse de izquierda a derecha, y esta
vez el mar seretiró hasta hacernos encallar y descubrir el fondo del océano, mostrando a nuestros ojos
lo que jamás se había visto: peces que se debatían entre las rocas y monstruos marinos embarrancados.
Las embarcaciones de casco redondo rodaban sobre sus costados, mientras nuestro "Wateree" se posó sobre
el fondo plano. Cuando volvió el mar, no como una ola sino más bien, como una enorme marea, hizo rodar
a nuestras infortunadas naves compañeras con la quilla arriba del mástil, mientras que el "Wateree" se
levantó ileso sobre las agitadas aguas."
"A partir de ese instante, el mar pareció desafiar todas las leyes de la naturaleza. Diversas corrientes se
precipitaban en direcciones opuestas y nos arrastraban a una velocidad que jamás hubiéramos alcanzado,
aunque marchásemos a todo vapor. La tierra temblaba continuamente, en intervalos regulares, cada vez con menos
violencia y durante menos tiempo."
"El acorazado peruano "América", el más veloz de su tiempo, continuaba a flote,así como el navío
norteamericano "Fredonia". El "América", que había intentado llegar a mar abierto a toda la velocidad de sus
máquinas antes de la retirada del mar, se hallaba parcialmente en seco, con el casco desfondado. En ese momento la
ola lo arrastraba a gran velocidad hacia la ribera mientras sus chimeneas vomitaban un espeso humo negro y parecía ir
en socorro del "Fredonia", que gravemente averiado, era empujado hacia los acantilados del Morro de Arica. Creyendo que esas
eran sus intenciones, el comandante Dyer, del "Fredonia", corrió a la proa del barco y gritó hacia el acorazado,
que se encontraba sólo a unas yardas de distancia: "¡No pueden hacer nada por nosotros, nuestro casco está
roto! ¡Sálvense!, ¡Adiós!". Un momento después el "Fredonia" se estrelló contra el
acantilado y nadie se salvó, mientras que una corriente contraria tomó milagrosamente al navío peruano y
lo arrastró en otra dirección."
"Los últimos rayos del sol iluminaban los Andes cuando vimos con horror que las tumbas, sobre la pendiente de la montaña
de arena, en la que los hombres de la antigüedad enterraron a sus muertos, se habían abierto, y, colocadas en filas
concéntricas, como en un anfiteatro, las momias de los aborígenes muertos aparecían de nuevo a la superficie.
Habían sido enterradas sentadas frente al mar. Estaban sorprendentemente conservadas gracias al salitre que impregnaba el suelo;
las violentas sacudidas que habían disgregado esa tierra seca y desértica descubrían una espantosa ciudad de muertos,
enterrados hacía largo tiempo."
"Las palabras son incapaces de describir el aterrador espectáculo de la escena. Impresionados por los momentos que acabábamos
de vivir, creímos que había llegado el día del Juicio Final y que la Tierra iba a desaparecer; la amargura de una muerte
tan aterradora era mayor de lo que podíamos imaginar."
La noche había caído hacía largo tiempo cuando el vigía gritó sobre el puente para anunciar que una ola
gigantesca se aproximaba. Escrutando la oscuridad percibimos primero una débil línea fosforescente que, como un extraño
espejismo, parecía subir cada vez más hacia el cielo; su cresta, coronada por la lúgubre luz de un resplandor fosforescente,
revelaba siniestras masas de agua negra que se agitaban por debajo de ella. Anunciándose con el estruendo de miles de truenos que rugían al unísono, el maremoto que temíamos desde hacía horas había llegado finalmente."
"De todos los horrores, éste parecía ser el peor. Encadenados al fondo, incapaces de escapar, habiendo tomado todas las precauciones
humanamente posibles, no podíamos más que ver llegar la monstruosa ola, sin siquiera el sostén moral de poder hacer algo, ni
la esperanza de que el navío pudiese pasar a través de la masa de agua que avanzaba para destrozarnos. Lo único que nos
quedaba era sujetarnos a los barandales y esperar la catástrofe."
"En medio de un estruendo aterrador, nuestro barco fue tragado, enterrado bajo una masa semilíquida, semisólida de arena y agua.
Permanecimos sumergidos faltándonos el aire durante una eternidad; des- pués, con un gemido de toda su armazón, nuestro sólido "Wateree" se abrió un camino hacia la super- ficie con su jadeante tripulación sujeta aún de sus barandillas. Algunos hombres estaban gravemente heridos; ninguno había muerto, no faltaba nadie. Había sido un milagro en el que, a pesar del tiempo transcurrido desde entonces, me es difícil creer."
"Ciertamente nuestra supervivencia se debió a la líneas y a la forma del barco, que había permitido que el agua escurriera del puente en forma tan rápida como si se tratara de una balsa."
"El navío había sido transportado a gran velocidad y rápidamente se inmovilizó. Tras esperar unos minutos, bajamos una linterna desde a bordo, y descubrimos que habíamos encallado. No sabíamos en dónde. Algunas olas menos violentas se estrellaban contra nosotros, después todo cesó. Durante algún tiempo permanecimos en nuestros puestos, pero como el barco seguía inmóvil, se dió la orden a la agotada tripulación para que fuera a dormir."
"El sol se levantó sobre una escena de desolación como pocas veces pudo contemplarse. Estábamos en seco, a tres millas del sitio en que habíamos anclado y a dos millas tierra adentro (unos tres y medio kilómetros). La ola nos había transportado a una velocidad increíble por encima de las dunas de arena que bordean el océano, a través de un valle, y más allá de la vía del ferrocarril que va a Bolivia, para abandonarnos al pie de la cadena costera de la cordillera de los Andes. Ahí, sobre el acantilado casi vertical, descubrimos el rastro que la ola del maremoto, a unos 47 pies de altura (unos 15 metros), había dejado. Si la ola nos hubiera arrastrado 60 pies más adelante, nos habría estrellado contra el muro perpendicular de la montaña."
"Cerca de nosotros yacían los restos de un velero inglés de tres palos, el "Channacelia"; una de las cadenas del ancla se arrollaba alrededor del navío tantas veces como su longitud lo había permitido, mostrando así que el barco había rodado varias veces. Un poco más lejos, rumbo al mar, el acorazado "América" estaba destrozado, recostadosobre uno de sus flancos."
"Los terremotos continuaron durante los siguientes días, pero ninguno alcanzó la violencia ni la duración del primero; sin embargo, algunos eran lo suficientemente severos para sacudir al "Wateree" hasta hacerlo vibrar como una viejatetera, así que nos vimos obligados a abandonar el navío para acampar en la meseta, 200 pies más arriba. Desde allí pudimos contemplar el efecto desastrozo de las sacudidas en la topografía. En algunos sitios encontramos fisuras inmensas, una de las cuales alcanzaba más de 100 pies de ancho (35 metros), con profundidades desconocidas; otras no eran más que simples cuarteamientos y desgarraduras. Aquí y allá descubrimos la prueba da la desesperación de la gente durante su huida: recuerdo, por ejemplo, el cadáver de una mujer montado sobre un caballo muerto, los dos tragados por una grieta cuando trataban de escapar para salvar la vida."
"La ciudad misma había desaparecido y en su lugar se extendía una llanura de arena sólida. Exceptuando los barrios adosados a la montaña, no quedaba ninguna casa que señalara el sitio en que estaba levantada Arica. Todas las construcciones hechas con tabiques suaves, llamados "adobes", habían sido destruídas por el mar. En los barrios situados abajo del nivel alcanzado por el agua, caminábamos sobre un horrible amontonamiento en el que todo se mezclaba, incluyendo los cadáveres, bajo una altura de 20 ó 30 pies."
"De los diez o quince mil habitantes que tenía Arica, sólo sobrevivieron unos cuantos centenares de afortunados. Durante las tres largas semanas que esperamos la llegada de los primeros auxilios, compartimos con ellos las provisiones y el agua potable del "Wateree".
Renuncio a describir nuestra emoción cuando finalmente la vieja fragata "Powhatan", de la Marina de los Estados Unidos, apareció en la rada con la cala y el puente sobrecargado de todas las provisiones, de todos los víveres posibles."
FUENTE: Libro "Los terremotos chilenos" - Patricio Manns, Ed. Quimantú 1972
El 13 de Agosto de 1868, alrededor de las cinco de la tarde, un terremoto que fue sentido entre Guayaquil y Valparaíso asoló el norte de
Chile. Arica, entonces territorio peruano, recibió el mayor impacto, especialmente por el tsunami que se originó tras el sismo, que afectó
toda las costa sudamericana del Pacífico y gran parte de Oceanía.
Trescientos muertos y cuantiosos daños materiales fueron el saldo que dejó en la nortina ciudad (que pasaría a ser chilena después de la
Guerra del Pacífico de 1879).
Primero fue el terremoto, de dimensión notable en esa ciudad, luego una serie de incendios a consecuencia del mismo, y finalmente un tsunami que provocó olas de 18 m de altura y que fue el que provocó el mayor daño. Cadáveres esparcidos a lo largo de la costa, barcos arrojados sobre los roqueríos y gran cantidad de escombros fueron el resultado de este episodio, magníficamente relatado por un sobreviviente del buque de guerra estadounidense Wateree, que junto a otras naves como el Fredonia, el América, el Chañarcillo y el Regalón, sufrieron tristes consecuencias.
También Iquique (que sufrió un número similar de víctimas), Pisagua (5 muertos) y Mejillones pagaron tributo al desastre y registraron olas de
6 a 10 m de altura y sus calles fueron invadidas por el mar. En Caldera y Carrizal fueron destruídos los muelles y embarcaciones menores. En Coquimbo ocurrió algo similar, además de daños en tres naves mayores.
En el centro y sur de Chile hubo grandes marejadas que dañaron lanchas, muelles y caminos, especialmente en Constitución (cinco víctimas fatales), Tomé, Penco, Talcahuano y Concepción. A los dos días el tsunami llegó a las costas de Australia y Nueva Zelandia.
FUENTE: Colaboración
13 de Agosto de 1868
Un sismo de magnitud estimada a 8 devasta Arica alrededor de las 16 horas.
Un tsunami de proporciones termina la devastación. El fenómeno se manifiesta primero con una gran vaciante que al quedar en seco, los de fondo
anguloso se vuelcan y el buque de guerra norteamericano Wateree se sienta sobre su fondo plano.
Al venir la gigantesca ola, los barcos angulosos son volcados y sus anclas enrolladas como bobinas. El Wateree es llevado hacia el interior
donde reposan sus restos actualmente. El tsunami se propagó al sur y en Talcahuano las olas alcanzan más de 5 m, la isla Rocuant queda completamente sumergida. En Coronel el mar subió 3,5 m sobre su nivel.
FUENTE: Web Univ. de Concepción - Textos: Jorge Quezada Flory
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