El 8 de Febrero de 1570, alrededor de las nueve de la mañana, la celebración del miércoles de ceniza fue interrumpida en Concepción por un fuerte terremoto que derrumbó la mayor parte de la ciudad a sólo veinte años de su fundación. Las crónicas relatan que la tierra se habría abierto en varios lugares emanando desde su interior un agua negra con olor a azufre.
Un violento maremoto destruyó, al cabo de algunos momentos, lo poco que quedaba en pie. No se reportaron víctimas fatales, pero se informó de intentos de saqueo de parte de la población indígena, los que habrían resultado infructuosos a pesar de la vulnerabilidad en que había quedado el asentamiento. Después de ese episodio se decidió erigir una ermita para homenajear a la Virgen María cada año con una procesión descalza que incorporara a todo el pueblo.
La destrucción de los archivos que la Real Enmienda había confeccionado en sus tres años de funcionamiento en Concepción, hizo que se decretara su traslado y el de sus oidores.
FUENTE: Colaboración
El reino de Chile seguía al mando del gobernador Saravia. A los infortunios de la guerra se había añadido otro contraste de diversa naturaleza, un cataclismo espantoso, el primer gran terremoto que hubiesen experimentado los españoles en el suelo chileno.
El 8 de febrero de 1570, miércoles de ceniza, a las nueve de la mañana, hora en que los vecinos de Concepción se hallaban en misa, sobrevino "repentinamente un temblor de tierra tan grande que se cayeron la mayor parte de las casas, y se abrió la tierra por tantas partes que era admirable cosa verlo, dice un cronista contemporáneo que probablemente fue testigo presencial de la catástrofe.
De manera, añade, que los que andaban por la ciudad no sabían qué hacer, creyendo que el mundo se acababa, porque veían por las aberturas de la tierra salir grandes borbollones de agua negra y un hedor de azufre pésimo y malo que parecía cosa de infierno; los hombres andaban desatinados, atónitos, hasta que cesó el temblor. Luego vino la mar con tanta soberbia que anegó mucha parte del pueblo, y retirándose más de lo ordinario, mucho, volvía con gran ímpetu y braveza a tenderse por la ciudad. Los vecinos y estantes se subían a lo alto, desamparando las partes que estaban bajas creyendo perecer".
El terremoto y la salida del mar, si bien produjeron la ruina casi completa de todos los edificios de la ciudad, no causaron desgracias personales. No encontramos en las antiguas relaciones ni en los documentos noticia de que hubiera perecido nadie en la catástrofe.
Los habitantes de Concepción se refugiaron en las alturas inmediatas, y allá se establecieron provisoriamente con todas las precauciones necesarias para resistir cualquier ataque del enemigo.
En efecto, los indios de los alrededores, creyendo a los españoles consternados por la pérdida de sus habitaciones, no tardaron en amenazarlos; pero hallaron a éstos en situación de defenderse. Antes de muchos días, los castellanos recibían un oportuno socorro que los ponía fuera de peligro.
El licenciado Torres de Vera, que tenía el mando de las tropas, se hallaba fuera de la ciudad el día de la catástrofe, teniendo
consigo un centenar de soldados. Calculando el peligro que podían correr los habitantes de Concepción, volvió en su socorro, e inmediatamente emprendió la construcción de un fuerte en que pudieran guarecerse. Las maderas de las casas que el temblor había derribado sirvieron eficazmente para la obra. Desde que estuvo afianzada así la seguridad de aquellos habitantes, el oidor Torres de Vera, con la determinación y el espíritu de un verdadero caudillo militar, volvió a hacer nuevas
campeadas para dispersar las juntas de indios en las inmediaciones e impedir sus ataques.
Aquella catástrofe avivó los sentimientos religiosos de los habitantes de Concepción. Cinco meses después de la ruina de la ciudad,
el 8 de julio de 1570, los oidores de la Audiencia, el cura, el superior del convento de mercedarios, los miembros del Cabildo y los personajes más notables del vecindario, resolvían construir una ermita en el lugar en que se habían asilado después del temblor, declarar a perpetuidad días festivos no sólo el miércoles de ceniza sino el jueves siguiente, y celebrar cada año una procesión hasta ese sitio en que todos los acompañantes debían ir descalzos, para oír en la ermita una misa cantada.
Los vecinos de Concepción contaban que los sacudimientos de tierra que durante cinco meses después del terremoto no habían cesado de repetirse, cesaron por completo desde el día en que se celebró este acuerdo; y en esta confianza cumplieron fielmente aquel voto.
Nuevos y más espantosos terremotos debían venir más tarde a desvanecer las ilusiones forjadas por la devoción.
FUENTE: Historia General de Chile - Diego Barros Arana
08 de febrero de 1570 - CONCEPCION
El primer terremoto que registra la historia después de llegados los españoles a Chile es el 8 de febrero de 1570 que destruyó Concepción, durante el gobierno de Bravo de Saravia. Aun cuando no se sabe que haya habido muertos, se cayó la mayor parte de las
casas y se produjo tal pánico que, de acuerdo con el relato de Góngora Marmolejo "los que andaban por la ciudad no sabían que hacer, creyendo que el mundo se acababa, porque veían por las oberturas de la tierra salir grandes borbollones de agua negra y un hedor de azufre pésimo y malo que parecía cosa del infierno; los hombres andaban desatinados, atónitos, hasta que cesó el temblor.
Luego vino la mar con tanta soberbia que anegó mucha parte del pueblo, y retirándose más de lo ordinario mucho, volvía con
grandísimo ímpetu y braveza a tenderse por la ciudad". Según los relatos de la época, siguió temblando durante cinco meses.
FUENTE CONSULTADA: Prensa y Diccionario Histórico de Chile de los autores Srs. Fuentes, Cortes y Castillo, publicado por
Diario Las Ultimas Noticias de Santiago
08 de febrero de 1570 - CONCEPCION
Por aquella poca, la ciudad contaba con una docena de casas. El día Miércoles de Ceniza, 8 de febrero de 1570, alrededor de las 9 horas, un violento temblor de tierra, precedido de muchos atronadores ruidos subtérraneos, sobrecogió a toda la población que estaba oyendo misa en los templos.
Con gran estrépito, se desplomaron todas las construcciones. Los hombres y animales imposibilitados de sostenerse en pie, rodaban por en suelo entre los escombros. Se abrieron grandes grietas en la tierra por donde brotaba humo y aguas subtérraneas negruzcas y de
olor sulfuroso.
Luego vino un tsunami. Vuelta la calma, se comenzaron a reconstruir las casas. Las réplicas continuaron por cinco meses.
A las nueve de la mañana de ese día, un fuerte temblor, afectó la ciudad de Concepción, derribando la mayor parte de las construcciones e impidiendo mantenerse en pie a las personas. Según Góngora Marmolejo: "Luego vino la mar con tanta soberbia que anegó mucha parte del pueblo, y retirándose más de lo ordinario, mucho, volvía con grandísimo ímpetu y braveza a tenderse sobre la ciudad. Los vecinos y estantes se subían a lo alto del pueblo desamparando las partes que estaban bajas creyendo perecer". El tsunami comenzó con una ola inicial que inundó parte de la población; luego se retiró "más de lo acostumbrado" y volvió varias veces "con fuerza y violencia extremada" sumergiendo al pueblo. La ciudad de Concepción se localizaba entonces en el extremo SE de la Bahía de Concepción, donde actualmente se encuentra la ciudad de Penco.
FUENTE: Web Univ. de Concepción - Textos: Jorge Quezada Flory
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